La feijoa es una fruta verde tropical con un agradable sabor agridulce y ligeramente ácido, así como un aroma original. Aparece en las estanterías de nuestro país en otoño, lo que viene muy bien, porque la feijoa es un almacén de vitaminas y minerales.
En primer lugar, la feijoa tiene un alto contenido de yodo soluble en agua, que es bien aceptado por el cuerpo. En cuanto a la cantidad de este elemento, puede competir incluso con algunos mariscos, por lo que esta fruta se recomienda para su uso en caso de enfermedades de la tiroides. Además del yodo, la feijoa contiene calcio, sodio, potasio, magnesio y hierro.
La feijoa contiene mucha pectina y fibra, que es necesaria para la función intestinal normal. Además de sacarosa, polifenoles, ácido fólico y pantoténico, niacina, riboflavina y tiamina, vitaminas C y P. Debido a esta composición, esta fruta exótica ayuda a fortalecer el sistema inmunológico, previene el desarrollo de resfriados, aterosclerosis, gastritis y pielonefritis. Cuando se consume con regularidad, la feijoa ayuda a normalizar la presión arterial alta.
También se sabe que los frutos de feijoa, que tienen una delicada pulpa gelatinosa, tienen pronunciadas propiedades antibacterianas, especialmente en relación con el estafilococo y el estante intestinal. Y la piel más ácida y firme de la fruta es rica en antioxidantes.
Además, la feijoa reduce el colesterol y purifica la sangre, mejora la memoria, previene la depresión e inhibe el crecimiento tumoral. Con toda la riqueza de nutrientes, esta fruta contiene muy pocas calorías, solo 24,5 kcal por 100 g de feijoa.
En el otoño, es mejor comer feijoa fresca y prepararla para el futuro en invierno o primavera. Para hacer esto, puede molerlo con azúcar en una proporción de 1: 1, ponerlo en frascos y guardarlo en el refrigerador para guardarlo.