En la temporada de invierno, nuestro cuerpo está sometido a estrés, por lo que comemos más de lo que deberíamos. Apoyándonos en la comida obtenemos calorías extra, de las que no es fácil deshacerse, dada la disminución de la movilidad durante este período. Para evitar consecuencias desagradables, debe abordar de manera inteligente la preparación de su dieta de invierno.
- En primer lugar, debe reducir la ingesta de grasas. La carne grasa debe excluirse de la dieta y reemplazarse con carne magra: pavo, pollo, ternera. Es mejor olvidarse de las salchichas durante este período.
- Las verduras proporcionarán el impulso energético necesario y una nutrición equilibrada en invierno. Las ensaladas de remolacha, zanahoria, repollo, calabaza y platos de rábano proporcionarán al cuerpo nutrientes y vitaminas, pero no deben condimentarse con mayonesa, sino con yogur natural o aceite de oliva con jugo de limón.
- Para mantener la inmunidad, es importante comer frutas como plátanos, higos, ciruelas pasas, dátiles, la compota de frutos secos es muy útil. Si quieres algo dulce, es mejor dar preferencia a la miel o las pasas, estos productos activan el metabolismo y son buenos para el corazón y el hígado.
- La nutrición fraccionada es útil porque nunca te permitirá engordar si comes porciones pequeñas 5-6 veces al día, controlando la cantidad de calorías. El contenido calórico aproximado de la dieta de invierno no debe exceder las 2000 kcal por día.
- Para aumentar la resistencia a las infecciones estacionales, se recomienda reponer la dieta con alimentos ricos en ácidos grasos poliinsaturados: variedades grasas de pescado de mar (caballa, fletán, arenque, salmón), nueces, semillas, legumbres con la adición de aceites vegetales. También es posible tomar preparaciones farmacéuticas que contengan ácidos grasos omega-3 y omega-6.
- En invierno perdemos mucha humedad debido al calentamiento artificial, esto afecta la salud general y el estado de la piel. Para evitar la deshidratación, es necesario restaurar la pérdida de líquido con agua limpia o mineral. La norma para un adulto es al menos 1,5 litros de líquido por día.
